A ojos ajenos estos comportamientos proyectan incomodidad, desconfianza o tensión
Salir a comer debería ser una experiencia placentera. Pero cuando el presupuesto es ajustado, la experiencia se transforma. Muchas personas de clase media-baja, sin mala intención y de forma inconsciente, adoptan hábitos que buscan ahorrarse dinero o demuestran la importancia de este y eso, a ojos ajenos, proyectan incomodidad, desconfianza o tensión.. 1. Narrar y criticar los precios en voz alta. Este tipo de comportamientos, aunque parezcan inofensivos, pueden poner a todos incómodos: a tus acompañantes, al personal e incluso a ti mismo. La velada se vuelve una auditoría financiera en lugar de una experiencia.. En su lugar, lo mejor es consultar la carta online antes de ir y leer las reseñas de otros comensales para comprobar si te encajan los precios y saber si la relación calidad-precio es la adecuada.. 2. Jugar a adivinar cuánto dinero es la cuenta. Aunque pueda parecer divertido, tratar de adivinar cuánto dinero costará la comida y lanzarse a por la factura en cuanto el camarero la deja en la mesa, demuestra que el foco es el dinero y que no se está disfrutando de la experiencia.. Charlar sobre asuntos cotidianos en la sobremesa en lugar de hacer una porra es la mejor forma de poner el broche final a la velada.. 3. Tratar la propina como una operación matemática de última hora. Hacer cálculos con las monedas sueltas o quitar alguna en el último segundo suele percibirse como insatisfacción o desprecio hacia el servicio. Lo mismo ocurre si abres el monedero y sacas toda la «chatarra» que ya no quieres. Antes que comportarse así y quedar en evidencia es preferible no dejar nada y agradecer el servicio de otro modo: con una reseña en Google o con unas palabras amables hacia el servicio.. 4. Evitar el contacto humano con el personal. Cuando el dinero aprieta, a veces se evita hablar con el camarero por miedo a que te ofrezcan un producto fuera de carta o te recomienden un plato caro. Sin embargo, evitar conversaciones puede cerrar puertas a una atención más atenta y personalizada.. Lo ideal es sugerir con amabilidad que te revelen el precio de los productos fuera de carta antes de pedirlos. En lugar de interesarte directamente por la cifra, se puede preguntar si la relación calidad-precio es buena o si merece la pena tomarlo.. 5. Preguntar si el pan es gratis. A nadie le gusta que le engañen con el precio del pan. Un gasto que, a menudo, es inevitable. Ya son algunos restaurantes los que preguntan si deseas o no el acompañamiento y otros que ni si quiera lo ofrecen hasta que el cliente lo pide. En cualquier caso, no está bien visto preguntar si te van a cobrar o no el pan o interesarte por su precio. Si no quieres pagarlo puedes pedir que lo retiren pero si lo quieres no merece la pena preguntar cuánto cuesta. En este contexto siempre surge la misma duda: ¿Me pueden cobrar pan si no lo he pedido ni me lo he comido?. 6. Demostrar “valor” en lugar de disfrutar la experiencia. Recalcar que algo fue barato, llevarse el pan o comparar el restaurante con otros más económicos puede parecer un intento de justificar el gasto. Pero ese comportamiento transmite inseguridad.. Elige restaurantes que se alineen con tu realidad económica. Hay muchas opciones asequibles y muy ricas que no requieren excusas ni justificaciones. Y si visitas un lugar más caro, recuerda que no solo estás pagando por un plato de comida, también por un entorno y una buena atención.
Salir a comer debería ser una experiencia placentera. Pero cuando el presupuesto es ajustado, la experiencia se transforma. Muchas personas de clase media-baja, sin mala intención y de forma inconsciente, adoptan hábitos que buscan ahorrarse dinero o demuestran la importancia de este y eso, a ojos ajenos, proyectan incomodidad, desconfianza o tensión.. 1. Narrar y criticar los precios en voz alta. Este tipo de comportamientos, aunque parezcan inofensivos, pueden poner a todos incómodos: a tus acompañantes, al personal e incluso a ti mismo. La velada se vuelve una auditoría financiera en lugar de una experiencia.. En su lugar, lo mejor es consultar la carta online antes de ir y leer las reseñas de otros comensales para comprobar si te encajan los precios y saber si la relación calidad-precio es la adecuada.. 2. Jugar a adivinar cuánto dinero es la cuenta. Aunque pueda parecer divertido, tratar de adivinar cuánto dinero costará la comida y lanzarse a por la factura en cuanto el camarero la deja en la mesa, demuestra que el foco es el dinero y que no se está disfrutando de la experiencia.. Charlar sobre asuntos cotidianos en la sobremesa en lugar de hacer una porra es la mejor forma de poner el broche final a la velada.. 3. Tratar la propina como una operación matemática de última hora. Hacer cálculos con las monedas sueltas o quitar alguna en el último segundo suele percibirse como insatisfacción o desprecio hacia el servicio. Lo mismo ocurre si abres el monedero y sacas toda la «chatarra» que ya no quieres. Antes que comportarse así y quedar en evidencia es preferible no dejar nada y agradecer el servicio de otro modo: con una reseña en Google o con unas palabras amables hacia el servicio.. 4. Evitar el contacto humano con el personal. Cuando el dinero aprieta, a veces se evita hablar con el camarero por miedo a que te ofrezcan un producto fuera de carta o te recomienden un plato caro. Sin embargo, evitar conversaciones puede cerrar puertas a una atención más atenta y personalizada.. Lo ideal es sugerir con amabilidad que te revelen el precio de los productos fuera de carta antes de pedirlos. En lugar de interesarte directamente por la cifra, se puede preguntar si la relación calidad-precio es buena o si merece la pena tomarlo.. 5. Preguntar si el pan es gratis. A nadie le gusta que le engañen con el precio del pan. Un gasto que, a menudo, es inevitable. Ya son algunos restaurantes los que preguntan si deseas o no el acompañamiento y otros que ni si quiera lo ofrecen hasta que el cliente lo pide. En cualquier caso, no está bien visto preguntar si te van a cobrar o no el pan o interesarte por su precio. Si no quieres pagarlo puedes pedir que lo retiren pero si lo quieres no merece la pena preguntar cuánto cuesta. En este contexto siempre surge la misma duda: ¿Me pueden cobrar pan si no lo he pedido ni me lo he comido?. 6. Demostrar “valor” en lugar de disfrutar la experiencia. Recalcar que algo fue barato, llevarse el pan o comparar el restaurante con otros más económicos puede parecer un intento de justificar el gasto. Pero ese comportamiento transmite inseguridad.. Elige restaurantes que se alineen con tu realidad económica. Hay muchas opciones asequibles y muy ricas que no requieren excusas ni justificaciones. Y si visitas un lugar más caro, recuerda que no solo estás pagando por un plato de comida, también por un entorno y una buena atención.