A Paul Murray (Dublín, 50 años), el más retorcidamente brillante escritor irlandés del momento, lo cual es decir mucho teniendo en cuenta el momento de gracia que atraviesa la literatura de su país, le encantan las abejas. “Podría decirse que soy fan de las abejas”, dice sonriendo irónicamente. Porque no es que le interese el insecto en cuestión, sino aquello que tiene en común con la deriva del ser humano contemporáneo. ¿Y qué puede una abeja compartir con cualquiera de nosotros?, se preguntarán. Muy sencillo, responde Murray: como a nosotros, a las abejas “la tecnología les está atrofiando el cerebro. Tenían una memoria fabulosa, pero los pesticidas se la están borrando. Les está impidiendo regresar a la colmena y recordar las flores que deben polinizar”, dice.. Seguir leyendo
El autor publica en español ‘La picadura de abeja’, finalista del premio Booker en 2023, una historia familiar con ecos de Jonathan Franzen y David Foster Wallace
A Paul Murray (Dublín, 50 años), el más retorcidamente brillante escritor irlandés del momento, lo cual es decir mucho teniendo en cuenta el momento de gracia que atraviesa la literatura de su país, le encantan las abejas. “Podría decirse que soy fan de las abejas”, dice sonriendo irónicamente. Porque no es que le interese el insecto en cuestión, sino aquello que tiene en común con la deriva del ser humano contemporáneo. ¿Y qué puede una abeja compartir con cualquiera de nosotros?, se preguntarán. Muy sencillo, responde Murray: como a nosotros, a las abejas “la tecnología les está atrofiando el cerebro. Tenían una memoria fabulosa, pero los pesticidas se la están borrando. Les está impidiendo regresar a la colmena y recordar las flores que deben polinizar”, dice.. Más información. No es Holden Caulfield, es Hal Incandenza. Es un viernes de marzo por la tarde. Murray está en su casa, en Dublín. Cuando descuelga la videollamada pide perdón porque tal vez, dice, esté un poco espeso. “Es viernes por la tarde”, dice a continuación. La idea es hablar de La picadura de la abeja, la novela por la que fue finalista del prestigioso Booker en 2023, recién publicada en español por Anagrama. Es la historia “de una familia que ha olvidado cómo ser una familia”, un poco a la manera de Jonathan Franzen pero a la europea. “Las abejas son una evolución de las avispas, que siempre me han parecido unos insectos muy siniestros, desorganizados, sin un objetivo claro. El objetivo en las abejas está muy claro. Además, tienen un modo de vida comunal, los individuos como tal no existen para ellas. Por eso es tan horrible lo que les está pasando. Ese borrado de cerebro. No poder recordar el camino a casa, ni saber siquiera que existe algo parecido a un hogar, ¿no nos está pasando un poco lo mismo?”, se pregunta el escritor. En tanto individuos desconectados, las abejas están perdidas. Como lo está la que se enreda en el velo de la novia camino de la iglesia en la novela, así como sus cuatro protagonistas.. Los protagonistas son los miembros de la familia Barnes. Dickie, el padre, propietario de un concesionario de coches en quiebra por su propio miedo al futuro; Imelda, la madre, una frívola y fría compradora compulsiva obsesionada por su aspecto y su estatus; Cass, la hija adolescente dominada por una amistad tóxica; y PJ, el benjamín casi adolescente que ha dejado de sentirse comprendido por todos aquellos que están fuera de su teléfono. “Lo que les unía como familia ya no existe. No sienten nada unos por otros. Y solo a PJ le afecta, porque echa de menos el tiempo que pasaba con su hermana de pequeño. Es el único que recuerda que las cosas fueron diferentes en algún momento”, expone Murray. “Son un ejemplo claro de lo que ocurrió después de 2008, cuando la economía se hundió, y la falsa idea de sociedad —y hasta de familia— que se había creado durante el Celtic Tiger se hundió con ella”.. El Celtic Tiger es como se conoce el periodo de bonanza que comenzó en Irlanda en 1995 y terminó en 2008, abrupta y terriblemente, con la crisis mundial. Es un elemento que recorre y da sentido a la obra entera de Murray, incluida la imprescindible Skippy muere(Ed. Pálido Fuego). Es decir, el efecto que los años del bum económico tuvieron en la sociedad irlandesa.. Murray creció en una casa repleta de libros. ”Mi padre era profesor de teatro y no solo compraba libros, sino que íbamos cada semana a la biblioteca”, dice. Desde el principio consideró la escritura como “una extensión natural de la lectura” y, sin embargo, no deja de sorprenderle el hecho de poder dedicarse a ello. “Soy un afortunado”, admite. Leer a Thomas Pynchon “el segundo año de universidad” le cambió por completo. “Crecer en Irlanda, la tierra de James Joyce, y ser el hijo de un profesor puede hacerte creer que la literatura es una herramienta del sistema. Pero cuando leí El arcoiris de la gravedad me pareció algo peligroso, punk, colorido, enfadado, por completo antiestablishment, y mi actitud respecto a la literatura cambió. ¡También podía ser todo eso!”, recuerda. Y la suya lo es. De hecho, quizá el libro que más se parezca a Skippy muere sea La escoba del sistema, de David Foster Wallace, en tanto artefacto que batalla contra el absurdo del mundo.. Skippy es un buen chico. Saca buenas notas. Se porta siempre bien. Y sin embargo, nada le sale bien. Afirma Murray que es porque Skippy es lo que ocurrió durante el Celtic Tiger, es decir, el reverso de lo que les sucede a los Barnes de La picadura de la abeja. “Cuando era niño y adolescente, Irlanda era un lugar del que te ibas, pero luego empezó a crecer de una forma inasumible —hasta un 229%—, como en un cuento de hadas en el que el chico pobre se convierte en millonario. Y pasó de una teocracia mísera a país globalizado y rico, una posmodernidad que no podíamos entender. Fue una gran borrachera. La gente compró coches y versaces, y se decía que había que seguir siendo ricos sin saber cómo. A la vez queríamos seguir siendo nosotros mismos, pero era imposible. En 2008 todo estalló por los aires y toda esa gente, como los Barnes, que había utilizado el dinero para huir del pasado, volvió al pasado”, explica el escritor.. Murray está convencido de que el sistema “siempre miente” y de que no es verdad “que si acatas las normas” vayas a tener “una buena vida”. “Skippy es el ejemplo perfecto de esto. Estamos atrapados en prisiones de millonarios y no tenemos las herramientas para salir de ellas”, dice con respecto al mundo en plena era Trump. “La tragedia de ser una persona en el siglo XXI es que crees que puedes vivir fingiendo que no necesitas a nadie, pero no es verdad. Piensa en un atasco. No funciona que haya ocho mil millones de personas siendo individuos que no se escuchan. Estamos solos dentro de nuestro teléfono. Cuanto más tiempo pasas con él, más crees estar conectando, pero más lejos estás de ver el mundo en el que vives. El mundo real empieza a ser un anacronismo, el que importa es el no real, el digital, donde todas tus neurosis se reafirman. Por eso estamos tan enfadados”, concluye. Y tan perdidos, añade. Como las abejas.