Montse pasa 36 horas entre el lunes y el martes sentada en un sillón de las Urgencias del hospital Gregorio Marañón de Madrid. Mientras, la planta está llena de personas que esperan como ella, y no dejan de entrar nuevos pacientes por su propio pie o en ambulancias. Los médicos y las enfermeras van de un lado a otro gritando el nombre del próximo enfermo que será atendido, y nadie puede disimular la cara de decepción cuando oye otro que no es el suyo. Montse, de 61 años, que llegó justo al mediodía del lunes con una fiebre muy alta que la puso en alerta por su condición pulmonar crónica, observa esa estampa del caos a la vez que espera que le den una cama en planta. Eso no sucede hasta la media noche del martes. Un resumen del caos provocado en el servicio por las vacaciones.. Seguir leyendo
Montse pasa 36 horas entre el lunes y el martes sentada en un sillón de las Urgencias del hospital Gregorio Marañón de Madrid. Mientras, la planta está llena de personas que esperan como ella, y no dejan de entrar nuevos pacientes por su propio pie o en ambulancias. Los médicos y las enfermeras van de un lado a otro gritando el nombre del próximo enfermo que será atendido, y nadie puede disimular la cara de decepción cuando oye otro que no es el suyo. Montse, de 61 años, que llegó justo al mediodía del lunes con una fiebre muy alta que la puso en alerta por su condición pulmonar crónica, observa esa estampa del caos a la vez que espera que le den una cama en planta. Eso no sucede hasta la media noche del martes. Un resumen del caos provocado en el servicio por las vacaciones.. Por sus problemas en los pulmones, Montse es hospitalizada regularmente, pero asegura que nunca había esperado tanto tiempo para subir a la planta. “La última vez estuve 20 horas, no más”, explica. “Nos han dicho que no hay camas disponibles”.. Entre la decena de pacientes que espera en uno de los boxes de las Urgencias del Gregorio Marañón, casi todos durante más de 24 horas, se comenta que han cerrado toda la planta cinco, y que ahí se han perdido camas esenciales, y que tampoco hay suficientes médicos.. Aunque un portavoz de la consejería de Sanidad lo niega, varios trabajadores de Urgencias del hospital confirman a EL PAÍS los rumores de los pacientes. Es el problema crónico de los hospitales de la sanidad pública madrileña en verano: a los huecos en la plantilla de médicos y enfermeras de todo el año se suman en esta etapa las vacaciones de buena parte del personal y el cierre de camas, por lo que lo normal es que colapsen servicios tan demandados como Urgencias.. “Han cerrado muchas camas, pero los pacientes son los mismos. La solución es sobreaforar al personal para que realicen el doble de trabajo”, se queja Elisa, el nombre ficticio de una enfermera que prefiere expresarse desde el anonimato.. La Consejería de Sanidad, sin embargo, niega que se haya cerrado “cama alguna ni en el Marañón ni en ningún otro hospital del Sermas” y que las demoras se deben a “algún caso absolutamente esporádico”. Eso, a pesar del testimonio de los trabajadores consultados, de que este periódico lo ha observado de primera mano en el terreno y de lo informado por sección sindical de Mats en el Gregorio Marañón, que prueba que la dirección del centro envió a principios de julio las previsiones de cierre para el verano, un documento al que ha tenido acceso EL PAÍS, en el que se ratifica que de las casi 1.249 camas disponibles a finales de mayo, en la primera quincena de julio se perderán 297 y en la segunda mitad del mes, 315. En agosto, la situación será similar: 327 menos en la primera quincena y 325 en la segunda. En septiembre comenzará a remontar la disponibilidad, pero no será hasta octubre que se recupere el total de las de mayo.. Un portavoz de la consejería señala, sin embargo, que “se han aumentado las camas de hospitalización a domicilio previstas para el periodo estival, y se está realizando una continua reestructuración de los recursos de hospitalización en función de la demanda asistencial, con el objetivo de disponer de mayor capacidad de ingreso”. Desde Mats en el Marañón agregan que la magnitud de la situación que se ha vivido esta semana en las Urgencias “se ha visto pocas veces” y que eso solo es posible por el cierre masivo de camas.. Respecto a la falta de personal, el portavoz de la administración no ha ofrecido datos detallados de la necesidad de personal del hospital y asegura que “desde el área de Recursos Humanos se mantiene abierta una contratación activa, especialmente de personal de enfermería para reforzar la plantilla estival del hospital”.. Elisa, que lleva unos ocho años trabajando en Urgencias del Marañón, cuenta que la dirección del centro se empeña en decir que la bolsa de empleo está “a cero”, cuando todos saben que no dan abasto. “Los turnos están saliendo solo porque la gente está doblando y haciendo horas extra”, aclara, y agrega que el mayor peso suele caer sobre el servicio de enfermería.. La enfermera que prefiere mantener el anonimato recalca que el equipo trata de dar “los cuidados más humanos posibles” con lo que tienen y que la mayoría de pacientes reconocen que el atasco en la atención es un problema que se le escapa de las manos a estos profesionales, pero también señala que “hay de todo”. La demora y la incertidumbre tienen a los pacientes con las emociones a flor de piel. María, que no es el nombre real de una paciente de 55 años que llevaba desde la mañana del lunes esperando por los resultados de una analítica, decía que se imaginaba a su madre en las condiciones en las que ella estaba en esos momentos y le daban ganas de “quemarlo todo”.. María se levantó a las cinco de la madrugada del lunes con mucha fiebre y dolor, así que a las 10.30 ya estaba en las Urgencias del Gregorio Marañón. “Como no me han dado el resultado aún, no se sabe si tengo una infección. Me han dicho que puede que pase otra noche aquí, pero estamos en tierra de nadie”, dice la mujer. Juan, un paciente de 45 años que camina de un lado a otro arrastrando un portasueros para estirar las piernas y que está esperando por las analíticas desde el lunes por la tarde, acota: “Las enfermeras hacen lo que pueden”.. A las 16.30 finalmente viene una para decirle a María que le han conseguido cama, 30 horas después de su llegada, y a sus compañeros de espera no les queda otra que alegrarse por ella, y confiar en que ellos serán los siguientes.. “¿No ha pensado en irse a otro hospital?». Cuando la enfermera vino a buscar a María, Pilar estaba tratando de encontrar algo de comer para su marido, Gonzalo, de 50 años, al que tuvieron que correr a acostarlo en una camilla porque no podía aguantar el dolor tras otras 30 horas sentado en el box. “Mi marido viene de tres semanas con diarreas y fiebre de 38 y 39 grados, y con una infección en las articulaciones que no se sabe por qué es”, explica Pilar. “No me atrevo a llevármelo a casa y que le pase algo ahí porque dirán que fui irresponsable. De aquí no me voy hasta que no tenga una respuesta”.. A las cuatro de la tarde, en Urgencias no solo había pacientes esperando por tener la primera revisión médica, por el resultado de una analítica o por una cama en la planta. Este diario pudo comprobar que el servicio estaba colapsado con personas ya “hospitalizadas”, acostadas en camas en los pasillos. Lucía, otra enfermera que no quiere revelar su nombre real, explica que los pacientes primero pasan por el box, donde se le realizan las analíticas y reciben tratamiento ambulatorio, y que cuando ya están admitidos para ingreso, si están muy mal y no hay cama, se les pone donde aparezca hueco, que lo mismo puede ser en una sala de observación que en un pasillo. Y más aún, Lucía asegura que hay personas en esas condiciones desde el jueves anterior.. Mientras pacientes y trabajadores viven en medio de este caos, la Consejería de Sanidad niega el atasco de horas y horas e informa de que el servicio de Urgencias del Gregorio Marañón “está recibiendo una alta frecuentación de pacientes de todas las patologías, pero con especial significación de pacientes de edad avanzada que sufren un deterioro de su situación basal y cuyas complicaciones y estabilización requieren ingresos más largos que ocupan lógicamente durante más tiempo las camas de hospitalización”.. “En teoría, guardamos dos o tres huecos para pacientes graves, pero si tienes más, ¿qué haces?“, se pregunta la otra enfermera, Elisa. ”Al final están los pacientes mal y las familias cabreadas, porque duermen en los pasillos sin intimidad ni nada», agrega. Pilar, que para entonces había pasado como acompañante las mismas horas que su marido, no tenía siquiera el sillón del box para dormir, sino que tuvo que hacerlo en una banqueta que los demás pacientes le cuidaban para no perderla cuando ella tenía que pararse. “Llevo ya dos días sin trabajar y sin ver a mi hijo, que tiene 10 años”, dice al borde de las lágrimas.. A las 19.00, Pilar no puede aguantar más. “La tuve que liar para que me prestaran atención”, explica. Su esposo lleva 32 horas en urgencias. El médico que acudió ante sus protestas le preguntó si no había pensado llevárselo a otro hospital. “¿Cómo nos íbamos a trasladar si ya le habían hecho toda la analítica allí? Le dije que yo no iba a asumir el riesgo y la responsabilidad de trasladarlo en sus condiciones», lamenta.. A las 20.30 a Gonzalo finalmente lo ubican en una cama que se vació en una de las salas de observación de ese mismo servicio y, poco después, Pilar logra irse a casa con su hijo. Este miércoles, a Gonzalo continuaban haciéndole analíticas para descubrir el origen de su dolor, aunque no ha logrado ingresar en planta todavía. Su esposa está más tranquila porque al menos ahora está acostado y tiene a una enfermera pendiente de él. “Me he sentido tercermundista, o como en una película”, insiste, pero de las de catástrofe.
La falta de médicos y el cierre de camas por el verano provoca colas “como pocas veces se ha visto” en el servicio, según los propios trabajadores