Ciertamente, el partido que presume de ser el más feminista de España tiene a día de hoy un grave problema de credibilidad entre escuchas del «mercado de carne» y las dimisiones sobrevenidas por acoso sexual, pero no será con más protocolos, cursillos de género y normativas éticas como puede solucionar un problema que, por las trazas, está bastante extendido en el PSOE. Porque ya existen suficientes leyes y reglamentos, normas de prevención y códigos éticos que, simplemente, muchos dirigentes y simples militantes no cumplen, entre otras razones, porque conductas de sobra conocidas o, al menos, sospechadas con fundamento no sólo no se denuncian, sino que cuando se hace llegan a suponer un calvario para las propias víctimas. Realmente, con lo que hay que acabar es con esa visión tan próxima a la secta de que todo vale para no perjudicar la imagen pública del partido.
Conductas de sobra conocidas o, al menos, sospechadas con fundamento no sólo no se denuncian, sino que cuando se hace llegan a suponer un calvario para las propias víctimas.
Ciertamente, el partido que presume de ser el más feminista de España tiene a día de hoy un grave problema de credibilidad entre escuchas del «mercado de carne» y las dimisiones sobrevenidas por acoso sexual, pero no será con más protocolos, cursillos de género y normativas éticas como puede solucionar un problema que, por las trazas, está bastante extendido en el PSOE. Porque ya existen suficientes leyes y reglamentos, normas de prevención y códigos éticos que, simplemente, muchos dirigentes y simples militantes no cumplen, entre otras razones, porque conductas de sobra conocidas o, al menos, sospechadas con fundamento no sólo no se denuncian, sino que cuando se hace llegan a suponer un calvario para las propias víctimas. Realmente, con lo que hay que acabar es con esa visión tan próxima a la secta de que todo vale para no perjudicar la imagen pública del partido.