Estilo denostado por vulgar y grosero, redundante y machacón, encallado en sus propios límites y condenado a la asfixia estilística, Rauw Alejandro pasó en la noche del viernes por el Sant Jordi con ganas de reivindicar el reggaetón como estilo plástico cuyas fronteras pueden ser expandidas. Era el primero de sus dos conciertos en Barcelona, ciudad a la que saludó en catalán, ”jo estimo molt aquesta ciutat”, dijo escribiendo silenciosamente en el aire los conocidos motivos de esta vinculación ante una masa con mayoría femenina que llenó el recinto. Y lejos de orquestar un espectáculo consabido, jugó las cartas de Broadway para desplegar un show musical formalmente clásico y con una trama tradicional con amores imposibles, desengaños, pasión y lujuria al servicio de un cancionero en crecimiento estilístico. Dos horas y media de teatro musical al servicio de un artista que reivindicó sus raíces en un entorno urbano neoyorquino con el sustrato de la vida latina en la gran manzana.
Considerado por muchos como vulgar y grosero, redundante y repetitivo, y atrapado en sus propias limitaciones que lo llevan a una falta de estilo, Rauw Alejandro se presentó el viernes por la noche en el Sant Jordi con el propósito de reivindicar el reggaetón como un género flexible, capaz de ampliar sus fronteras. Fue el primero de sus dos shows en Barcelona, donde saludó en catalán diciendo, «yo amo mucho esta ciudad», mientras dibujaba en el aire los reconocidos símbolos de su conexión con un público mayormente femenino que llenó el lugar. Y en lugar de montar un espectáculo predecible, utilizó los elementos típicos de Broadway para presentar un musical que sigue un formato clásico, con una historia típica que abarca amores imposibles, desilusiones, pasión y lujuria, al servicio de un repertorio en evolución estilística. Ciento cincuenta minutos de teatro musical en honor a un artista que celebró sus orígenes en un contexto neoyorquino, fusionando la vida latina en la ciudad. En un escenario despejado, se destacaron dos elementos principales: una pantalla que proyectaba paisajes urbanos y unos simples accesorios escénicos, como barras de bar, mesas y un coche, que daban vida a las distintas escenas. Él es el eje central de la narrativa, un individuo que padece las circunstancias de la historia y representa a un hombre sensible que puede experimentar dolor, contrastando así con el personaje tradicionalmente dominante que promueve el reggaetón lleno de intensidad masculina. Rauw, al cantar y bailar, también actuó, aunque en este rol fue donde demostró menos destreza. Sin embargo, fue conectando las canciones que, con sus letras, entrelazaban la narrativa, funcionando como un guion. En la parte menos destacada del montaje, un narrador situaba la historia, que ya era bastante evidente, como si la audiencia necesitara anotaciones adicionales para entender la trama. Sin embargo, parecía que se debía mantener el respeto hacia el espectáculo clásico.
El puertorriqueño no solo se aprovechó del reggaetón para crear un show muy visual y controlado.