Al principio, la vida es un juego con pocas reglas. Desde la casilla de salida, los bebés empiezan a gatear hacia donde quieran. Poco a poco, sin embargo, el tablero se estrecha. Aparecen las instrucciones: hay que hacer esto y aquello, elegir, cumplir. Finalmente, a cada uno le queda un solo camino: el suyo. Aunque basta con sentarse y coger unos dados para recuperar tantas opciones perdidas: viticultor en la Toscana; premio Pulitzer; piloto de aviones; arquitecta de catedrales; centurión de la Antigua Roma; músico de fado; inspectora a la caza de Jack el Destripador. Y así hasta las cerca de 5.000 novedades anuales a nivel global. Tanto que en el sector de los juegos de mesa en los últimos años se repite que hay uno para cada jugador. Solo se trata de encontrarlo. Lorena Fernández, cocreadora de Nobel Run, lo define con una expresión típica del feminismo, otra causa que abandera: “Ponerse las gafas lúdicas”.. Seguir leyendo
El aumento de autores, editores, eventos y obras publicadas dispara también la variedad de la oferta del sector, que insiste en que cualquiera puede encontrar su título perfecto
Al principio, la vida es un juego con pocas reglas. Desde la casilla de salida, los bebés empiezan a gatear hacia donde quieran. Poco a poco, sin embargo, el tablero se estrecha. Aparecen las instrucciones: hay que hacer esto y aquello, elegir, cumplir. Finalmente, a cada uno le queda un solo camino: el suyo. Aunque basta con sentarse y coger unos dados para recuperar tantas opciones perdidas: viticultor en la Toscana; premio Pulitzer; piloto de aviones; arquitecta de catedrales; centurión de la Antigua Roma; músico de fado; inspectora a la caza de Jack el Destripador. Y así hasta las cerca de 5.000 novedades anuales a nivel global. Tanto que en el sector de los juegos de mesa en los últimos años se repite que hay uno para cada jugador. Solo se trata de encontrarlo. Lorena Fernández, cocreadora de Nobel Run, lo define con una expresión típica del feminismo, otra causa que abandera: “Ponerse las gafas lúdicas”.. Más información. El auge de los juegos de mesa: un ocio de cartón en un mundo de pantallas. “Casi todo es susceptible de convertirse en juego, si encuentras la dinámica adecuada”, apunta Sheila Santos, cocreadora con Israel Cendrero del celebrado The White Castle, sobre un conflicto entre familias en el Japón feudal. “La selección de obras muy buenas ha crecido significativamente”, agrega Michael Kiesling, autor de Azul, cuya invitación a diseñar el mejor azulejo para el Palacio Real de Évora ha creado artistas en millones de hogares. De cinco minutos a un finde entero; para pelear o cooperar, forjar nuevas amistades o romper las viejas; con una narrativa inmersiva o sin ninguna trama, a golpes de partidas frenéticas; solos, en pareja o en legiones; desde la cuna hasta la mecedora. Las cifras hablan de boom, de 150 millones de facturación en España, unos 4.000 globales, más autores y editores que nunca, y creciendo cada año. Pero la quincena de fuentes entrevistadas subraya aún más otro auge: de talento y variedad.. Una imagen del Festival Internacional de Juegos de Córdoba, facilitada por la propia organización.. “Inabarcable”, la califica Jesús Torres Castro, creador, organizador del Festival Internacional de Juegos de Córdoba y fundador de la asociación Jugamos Tod@s. Hay títulos que comprenden muchas décadas y dinámicas, como Brass: Birmingham (de Martin Wallace, Matt Tolman y Gavan Brown), sobre la Revolución Industrial en Inglaterra, o For the People (de Mark Herman), que pone a revivir la Guerra de Secesión. Otros prefieren dos pistas básicas y al lío de encontrar imágenes iguales, en Dobble, de Denis Blanchot, o imitar y describir personajes famosos, como Time’s Up, de Peter Sarrett. Unánimo (de Ora y Theo Coster), Código Secreto (de Vlaada Chvátil) o Dixit (de Jean Louis Roubira) ponen a prueba la imaginación, pero también la afinidad entre los presentes. Y En el año del dragón, Everdell o Concordia exigen dotes de gestión dignas de un gran líder. Todos, eso sí, requieren antes un único requisito: probar.. Cada vez más gente lo hace. Bares como Six en Madrid o Txoko Tabulo en Bilbao se llenan cada fin de semana de público sediento de cerveza y juegos. “Se baten récords de presencia en los eventos. Cuando lanzas una novedad a veces las tiendas te dicen: ‘Ya tengo 20’. Ha crecido mucho también la cantidad de obras internacionales que se traen”, reflexiona Pau Bernuz, coeditor y cocreador en República Bananera, sello volcado en juegos de cartas con humor muy al límite (o más allá). En las explicaciones de este auge regresa la variedad: se habla de la presunta sociabilidad mediterránea, la dopamina que proporciona una actividad compartida, o el creciente rechazo a las pantallas y las prisas. También que el norte de Europa juega más aún porque concilia mejor y necesita remedios contra la lluvia.. Imagen promocional del juego ‘Brass: Birmingham’, de Martin Wallace, Matt Tolman y Gavan Brown, facilitada por su editorial, Maldito Games.. El relato cronológico, en cambio, se repite en todas las fuentes: coloca el comienzo de la era moderna con Catán, de Klaus Teuber, en 1995; Carcassonne, 7 Wonders, Aventureros al tren o Agrícola salen citados como otros hitos, junto con el concepto de eurogames (títulos de autor, de máximo dos horas, con prioridad a la toma de decisiones, rol mínimo del azar y resolución muy abierta hasta el último turno); el interés aumentó tras la crisis de 2008; finalmente, la pandemia de la Covid-19 supuso un salto de muchas casillas hacia adelante.. “Nos obligó a sentarnos con nuestra familia y dedicar un tiempo a interactuar. Netflix también puede juntarnos, pero estamos consumiendo un producto individual. Esto es colectivo”, resume Santiago Santisteban, responsable de Tranjis Games y cocreador de Virus!, acaso el título más exitoso del mercado español reciente. Y protagonista de torneos por todo el país, otro indicio del tirón del sector. El autor confiesa que fue concebido “para treintañeros barbudos”, pero terminó enganchando aún más a sus hijos. Lo cual ejemplifica otro cambio que muchos subrayan: en el público.. Una partida de un juego de mesa, en una imagen facilitada por la editiorial Tranjis Games.. Puede que los juegos de mesa sufrieran al menos dos estereotipos: aburridos y clásicos, por la fama de los eternos Risk, Monopoly o Cluedo; o rarezas para frikis esmerados en pintar sus miniaturas. Hoy, los viejos prejuicios se tambalean como nunca. “Incluso quienes se resisten conocen gente que juega y van viendo más y más juegos a su alrededor”, dice Torres Castro. “Nuestro mayor público es una mujer con hijos de entre 35 y 40 años”, informa Santisteban. Cualquier paladar puede encontrar su plato ideal.. Aunque otra barrera sí resiste, y divide aún las dos audiencias principales: market y hobby.Traducido, identifica un público muy volcado, dispuesto a invertir muchas horas e intelecto en Twilight Struggle (recreación de la Guerra Fría) o 7 Ages (¡6.000 años de historia!), y otro casual, que pide la diversión inmediata de los llamados party games, como Despistas, PictoRush o Terapeuta de pacotilla. A veces, los segundos se aventuran a pisar el territorio más experto. Más habitualmente, sin embargo, se mantiene cierta distancia.. Un grupo juega ‘Hero Quest’, en el festival Toledum de juegos de mesa.Kroma Studio. Sucede, al fin y al cabo, también en cine, videojuegos o literatura. Y precisamente con el mundo del libro se comparan a menudo los juegos de mesa. Por la presencia de obras de autor y otras de claro enfoque comercial; porque se disputan el mercado grandes editoriales y sellos más pequeños e independientes; porque aquí también los creadores ingresan como mucho un 10% del precio de venta; o, por supuesto, porque las obras tocan cualquier tema o estilo. “Nos sentimos mucho más identificados con el libro que con el juguete”, señala Rocío Martínez, directora de marketing de Asmodee España. Aunque, a la vez, el juego exige características específicas. “Una primera partida muy satisfactoria y para el máximo número de usuarios”, sostiene Cendrero. “Que se quiera volver a jugar”, afirma Hugo de la Riva, organizador de Toledum, un festival gratuito que se ha estrenado este año en la ciudad. “Un tema apropiado, reglas comprensibles (cuantas menos, mejor), excelente material”, agrega Kiesling. “Las mecánicas pueden servir para hacerte vivir una experiencia”, completa Enrique Lara, responsable de marketing de Maldito Games.. Muchas obras, además, reflejan tendencias actuales: los apasionados de Escape Rooms o true crime pueden investigar en Exit o Hidden Games; quien anhele pausa contemplará absorto las aves de Wingspan o La gran migración; Daybreak permite cooperar para retener el sobrecalentamiento del planeta, y incluso la corrupción política en España tiene su juego: Ladrillazo. El ingreso de Disney o Lego (Monkey Palace, Brick like This), con sus licencias, avisa de un negocio al alza. Maldito Games, especializada en juegos de autor, fue adquirida en diciembre por uno de los colosos, Devir. Y aunque los cuatro socios de República Bananera mantienen sus trabajos originales, las cuentas les permitirían plantearse que “tal vez un par de personas se dediquen solo a esto”, según Bernuz.. Una imagen promocional del juego ‘The White Castle’, de Llama Dice, ilustrado por Joan Guardiet y editado por Devir.. El propio público a veces se mete a alimentar el negocio: en Kickstarter, la mayor plataforma mundial de micromecenazgo, cuatro de los 10 proyectos que han logrado mayor financiación en la historia son juegos de mesa. Batman: Gotham City Chronicles o Exploding Kittenspedían cientos de miles de euros, pero terminaron recaudando millones. El segundo lleva años convertido en fenómeno global, con adaptación a serie incluida.. Así, Exploding Kittens ha trascendido a los juegos. Y, de paso, evidenciado lo mucho que aún los separa de otros ámbitos culturales. Porque, pese al constante aumento, la facturación anual supera por poco a la del cómic, muy lejos de libros, cine, música o videojuegos. España crece también en creación propia, pero Italia o Alemania marchan aún a otro paso. Y pese a tantos cambios, hay problemas o dificultades que se arrastran. “La mayor barrera de los juegos de mesa son las reglas. Requieren un esfuerzo inicial que para muchos se hace complicado. Aunque aprender cuando te explican es muy fácil”, reflexiona Torres Castro. Por eso, hace años que las editoriales realizan vídeos para resumir y simplificar las instrucciones. El espacio que los juegos ocupan a menudo y su coste también complican el despegue. “Los precios están subiendo, pero se construyen obras cada vez más cuidadas, algunas son casi artículos de orfebrería”, dice De la Riva.. El techo de cristal tampoco se ha quebrado por el momento. “Es otro mundo más en el que autoras e ilustradoras estamos en menor medida y con menor visibilidad, en el que funcionan las mismas mecánicas. Vas a encuentros profesionales y ellas tienen que aguantar comentarios y señores que les explican cómo hacer sus juegos”, tercia Lorena Fernández. Por más que el público ya no sea solo un club de chicos, en la autoría la presencia femenina sigue siendo muy minoritaria. Tanto que Julia Johansson y Albert Pinilla titularon su juego, que rescata a mujeres importantes de la historia, We Can Play (Podemos jugar). Y Cati Hdez y Noemí Blanch han lanzado un podcast “feminista y lúdico” bautizado Play Like a Pank.. El éxito ha servido para destacar otras asignaturas pendientes. Los juegos de mesa, ahora que son más y mayores, se atreven a levantar la voz. Empezando por el propio nombre. “Desde 2017 nos juntamos en la asociación Hispa, y pedimos que se elimine la palabra ‘juego’ cuando se hace referencia a las apuestas. Igual que en inglés: gaming y gambling”, apunta Santisteban. Además, solicitan un reconocimiento oficial como ámbito cultural, tanto por cuestiones fiscales, como por la protección y el beneficio de imagen que eso conlleva. “En la creación intervienen escritores, ilustradores, maquetadores, un montón de artistas”, añade el responsable de Tranjis. “En el Bono Joven [400 euros que el Gobierno regala a los que cumplan 18 años para gastar en cultura], por ejemplo, no estamos incluidos”, lamenta Rocío Martínez, de Asmodee. Ni tampoco suelen tener cabida en los medios generalistas.. Una imagen del juego de mesa ‘Nobel Run’, de Lorena Fernández, Íñigo Maestro y Pablo Garaizar, editado por Tranjis.. Otra recriminación genera más división: algunos entrevistados denuncian que las mecánicas de un juego no pueden registrarse como obra de propiedad intelectual. Y alertan de que eso contribuye a normalizar y disparar los plagios. Otros, en cambio, recuerdan que marca, instrucciones, dibujos o personajes sí están amparados y protegidos. “En Alemania los juegos de mesa han sido reconocidos este año como Patrimonio Cultural Inmaterial”, aporta al debate Torres Castro.. Del mismo país también vino otro punto de inflexión, allá por 1988. Una quincena de creadores, reunidos en un café, aprovechó lo que tenía a manos para pactar que jamás darían uno de sus juegos a una editorial si su nombre no aparecía en la caja. Nacía el Manifiesto del posavasos de cerveza.Y, con él, la categoría de autor de juegos de mesa. “Nadie sabía quienes inventaron los títulos más famosos del siglo pasado: Monopoly de Lizzie Magie, Risk de Albert Lamorisse, Cluedo de Anthony Pratt, etc. Ahora el nombre de la persona autora está en la portada de sus juegos y podemos seguir su obra”, celebra Torres Castro. Aunque, una vez obtenido el reconocimiento, los creadores de juegos están condenados a pelearlo igual o más que sus compañeros en el cine, la literatura o el teatro.. Asistentes al Festival Internacional de Juegos de Córdoba, en una imagen facilitada por la organización.. “Creo que no hay ningún autor que viva de los royalties de los juegos de mesa”, asegura Santisteban. Ni mucho menos él y sus amigos, pese al triunfo de Virus!. “Los ingresos por un juego son normalmente bajos, en relación al tiempo invertido. Pueden, en cambio, resultar correctos para un autor que haya publicado muchas obras con varias particularmente exitosas”, elabora Kiesling. En filmes, libros o espectáculos, eso sí, resultaría inconcebible que a un primer vistazo no aparezca en un lugar destacado el nombre del creador, como sí sucede en las webs de algunas editoriales conocidas de juegos de mesa.. Con las disciplinas más célebres, últimamente, hay otros puntos en común. Por un lado, los temores de sobreproducción. “Hay demasiada oferta, ha crecido más que la demanda. No hemos conseguido que crezca lo suficiente el público, hemos sacado más juegos de los que el mercado pueda ocupar”, plantea Santisteban. “Es posible que la tirada media se vaya reduciendo como ha ocurrido con los libros. La expectativa de los juegos también es una ventana de oportunidad cada vez más pequeña. Es raro que haya reimpresiones y que se produzca un evergreen [una obra cuyas ventas se mantengan de fondo durante mucho tiempo]”, aclara Joaquim Dorca, director de marketing de Devir.. Una imagen de la adaptación a serie de ‘Exploding Kittens’, distribuida por Netflix.. El reciente cierre de algunas editoriales ha desatado voces que apuntan al fin del boom y el comienzo de la marcha atrás. Las fuentes entrevistadas lo desmienten. Pero, a la vez, hay quien considera que el auge ha disparado los juegos buenos, pero también los malos. Y los intentos de subirse a toda prisa a un carro que parece tirar. En las conversaciones, aparecen expresiones como “spam”, “refritos del Pictionary” o “más marketing que calidad”. El equipo de República Bananera, de hecho, ha recibido críticas en este sentido, y por los chistes de sus obras. “Intentamos hacer cosas transgresoras. Éramos conscientes de que es muy difícil hacer un juego para todo el mundo, porque terminas haciendo un juego para nadie. Nuestra filosofía es no ponernos muchos limites en el humor, pero si alguien se siente ofendido puede mandarnos un mensaje y, si es el caso, pedimos disculpas o hasta cambiamos cosas”, responde Bernuz. La traducción al castellano de Station Fall, de Matt Eklund, también causó polémicas hace dos años por convertir en masculino el género de algunos robots, neutro en el original inglés.. “La inmensa mayoría de editoriales trabaja con un gran amor por el sector. Sin duda hay casos de intento de lucro rápido y productos de bajo nivel, pero es algo similar a otros sectores culturales. No todo lo que se estrena son películas de alta calidad”, aclara Torres. “Hay mucha más competencia y esto hace que los juegos cada vez sean más buenos. En un entorno de competitividad donde salen 4 o 5.000 juegos al año, uno no puede sacar un juego con cuatro cañas y ya está”, agrega Dorca, de Devir. Corresponde al usuario, pues, elegir. Entre posibilidades cada vez mayores y más distintas. Desarrollar la cultura maya, liderar a las valkirias, cazar licántropos o llenar de plumas una gallina. Al final, según De la Riva, la esencia es la misma: “Un juego de mesa es una invitación a pasar tiempo juntos”. ¿Quién no querría recibirla?. Un grupo de personas juegan ‘Pergola’ en el festival Toledum de Toledo.Kroma Studio