Esa fue la respuesta de Caín, en el libro del Génesis de la Biblia, cuando Dios le preguntó por Abel, a quien acababa de asesinar. Una respuesta trasladable, no en su sentido de coartada, sino en el de la responsabilidad respecto a los actos de los familiares. Es cierto. Nadie es culpable de las maldades de padres, hermanos o suegros…, siempre que se mantenga alejado de lo que le parece moralmente inaceptable y no perciba ningún beneficio que provenga de ello. En estos días de polvo y lodo en el Congreso, Núñez Feijóo ha desatado la última tormenta de barro. El hombre «tibio», harto de los ataques reiterados a su persona por su foto de hace treinta años con un contrabandista, sin saber que lo era (de haber sido un delito, habría prescrito hace una década), los recibidos por su hermana respecto a una presunta relación de adjudicaciones públicas, desestimada, o las sospechas vertidas sobre su mujer en relación a una subvención pública a la empresa donde trabajaba cuando él era presidente de la Xunta, completamente falsa, decidió airear un asunto, igual de antiguo, archiconocido por la prensa: las saunas y prostíbulos de la familia de la mujer de su oponente. Un negocio de años, con detalles oscurísimos que incluyen prostitución, presunto proxenetismo, armas blancas o balance de pesaje de drogas, y que llega en el peor momento. La prostitución lleva semanas ocupando titulares por la afición a las mujeres de pago del exministro Ábalos y su escudero Koldo; y Sánchez, alertado por los expertos de cuánto voto femenino podría hacerle perder tal circunstancia, acaba de anunciar la expulsión del partido a quienes consuman prostitución. ¿Y a los que se beneficien de ella? Los socialistas, que no han dejado tranquila a la familia de Feijóo y menos a la de Ayuso, se han echado las manos a la cabeza con un «qué sucio es utilizar a los familiares», que provoca sonrojo. Algunos de sus fieles paladines mediáticos han tratado de defender lo indefendible, pero…, me quedo con la pregunta de Cruz Sánchez de Lara en Espejo Público a una compañera: «Si tú te casas con un hombre cuyo padre tiene un prostíbulo y quiere regalarte un piso ¿lo aceptas?». Silencio. «¿Acaso soy yo la guardiana de mi suegro?», podría haber respondido…
«Los socialistas, que no han dejado tranquila a la familia de Feijóo y menos a la de Ayuso, se han echado las manos a la cabeza»
Esa fue la respuesta de Caín, en el libro del Génesis de la Biblia, cuando Dios le preguntó por Abel, a quien acababa de asesinar. Una respuesta trasladable, no en su sentido de coartada, sino en el de la responsabilidad respecto a los actos de los familiares. Es cierto. Nadie es culpable de las maldades de padres, hermanos o suegros…, siempre que se mantenga alejado de lo que le parece moralmente inaceptable y no perciba ningún beneficio que provenga de ello. En estos días de polvo y lodo en el Congreso, Núñez Feijóo ha desatado la última tormenta de barro. El hombre «tibio», harto de los ataques reiterados a su persona por su foto de hace treinta años con un contrabandista, sin saber que lo era (de haber sido un delito, habría prescrito hace una década), los recibidos por su hermana respecto a una presunta relación de adjudicaciones públicas, desestimada, o las sospechas vertidas sobre su mujer en relación a una subvención pública a la empresa donde trabajaba cuando él era presidente de la Xunta, completamente falsa, decidió airear un asunto, igual de antiguo, archiconocido por la prensa: las saunas y prostíbulos de la familia de la mujer de su oponente. Un negocio de años, con detalles oscurísimos que incluyen prostitución, presunto proxenetismo, armas blancas o balance de pesaje de drogas, y que llega en el peor momento. La prostitución lleva semanas ocupando titulares por la afición a las mujeres de pago del exministro Ábalos y su escudero Koldo; y Sánchez, alertado por los expertos de cuánto voto femenino podría hacerle perder tal circunstancia, acaba de anunciar la expulsión del partido a quienes consuman prostitución. ¿Y a los que se beneficien de ella? Los socialistas, que no han dejado tranquila a la familia de Feijóo y menos a la de Ayuso, se han echado las manos a la cabeza con un «qué sucio es utilizar a los familiares», que provoca sonrojo. Algunos de sus fieles paladines mediáticos han tratado de defender lo indefendible, pero…, me quedo con la pregunta de Cruz Sánchez de Lara en Espejo Público a una compañera: «Si tú te casas con un hombre cuyo padre tiene un prostíbulo y quiere regalarte un piso ¿lo aceptas?». Silencio. «¿Acaso soy yo la guardiana de mi suegro?», podría haber respondido…