Con las olas de calor cada vez más frecuentes en España, cuidar las plantas requiere algo más que buena voluntad. Un riego mal hecho -o mal programado- puede terminar debilitándolas, secándolas o incluso enfermándolas. Y aunque muchos optan por regar al caer la noche para evitar el sol directo, según los expertos, ese hábito podría ser el error más común del verano.
El jardinero y divulgador británico Peter Dowdall, especializado en horticultura, explica que hay una ciencia clara detrás del cuándo y cómo regar. No basta con echar un chorrito de agua cuando cae el sol: hay un momento específico en el que las plantas están más receptivas, y otro en el que regarlas puede favorecer la aparición de hongos o dificultar su hidratación real.
Por qué no deberías regar por la noche
Aunque por la noche las temperaturas bajan y el riesgo de evaporación es menor, hay una desventaja silenciosa: el agua se acumula y permanece en la base de la planta durante horas. Esa humedad constante y prolongada en un entorno cálido favorece la aparición de hongos, infecciones y enfermedades fúngicas. Las raíces, en lugar de absorber, acaban encharcadas y asfixiadas.
Además, al no haber sol que ayude a secar el exceso de agua, esa humedad permanece toda la noche. Y aunque no lo veamos, es terreno fértil para problemas que solo se manifiestan días después, cuando la planta empieza a debilitarse sin razón aparente.
¿Entonces cuándo es mejor?
La hora óptima, según Dowdall, es temprano por la mañana, antes de que el sol comience a pegar fuerte. En ese momento, la planta absorbe el agua sin riesgo de evaporación inmediata, y cualquier exceso se seca de forma natural a lo largo del día. El resultado: menos enfermedades, mejor hidratación y un crecimiento más saludable.
Regar a mediodía, por su parte, tampoco es buena idea. El agua se evapora demasiado rápido, y muchas veces ni siquiera llega a las raíces. Lo que parece un alivio puede ser, en realidad, un esfuerzo inútil.
Tampoco vale cualquier tipo de riego
No solo importa el cuándo, sino el cómo. Un riego superficial de pocos segundos no es suficiente. «Si solo riegas la superficie, los primeros en beber son los hierbajos», explica Dowdall. Además, las raíces de las plantas tienden a crecer en dirección al agua. Si solo se moja la capa superficial, las raíces crecerán hacia arriba en lugar de profundizar, lo que las hace más vulnerables al calor y al estrés hídrico.
La clave está en regar lento y profundo, asegurándote de que el agua llegue hasta la base del sistema radicular, especialmente en macetas y jardineras. Así las raíces se fortalecen y la planta gana resistencia a largo plazo.
Con las olas de calor cada vez más frecuentes en España, cuidar las plantas requiere algo más que buena voluntad. Un riego mal hecho -o mal programado- puede terminar debilitándolas, secándolas o incluso enfermándolas. Y aunque muchos optan por regar al caer la noche para evitar el sol directo, según los expertos, ese hábito podría ser el error más común del verano.. El jardinero y divulgador británico Peter Dowdall, especializado en horticultura, explica que hay una ciencia clara detrás del cuándo y cómo regar. No basta con echar un chorrito de agua cuando cae el sol: hay un momento específico en el que las plantas están más receptivas, y otro en el que regarlas puede favorecer la aparición de hongos o dificultar su hidratación real.. Por qué no deberías regar por la noche. Aunque por la noche las temperaturas bajan y el riesgo de evaporación es menor, hay una desventaja silenciosa: el agua se acumula y permanece en la base de la planta durante horas. Esa humedad constante y prolongada en un entorno cálido favorece la aparición de hongos, infecciones y enfermedades fúngicas. Las raíces, en lugar de absorber, acaban encharcadas y asfixiadas.. Además, al no haber sol que ayude a secar el exceso de agua, esa humedad permanece toda la noche. Y aunque no lo veamos, es terreno fértil para problemas que solo se manifiestan días después, cuando la planta empieza a debilitarse sin razón aparente.. ¿Entonces cuándo es mejor?. La hora óptima, según Dowdall, es temprano por la mañana, antes de que el sol comience a pegar fuerte. En ese momento, la planta absorbe el agua sin riesgo de evaporación inmediata, y cualquier exceso se seca de forma natural a lo largo del día. El resultado: menos enfermedades, mejor hidratación y un crecimiento más saludable.. Regar a mediodía, por su parte, tampoco es buena idea. El agua se evapora demasiado rápido, y muchas veces ni siquiera llega a las raíces. Lo que parece un alivio puede ser, en realidad, un esfuerzo inútil.. Tampoco vale cualquier tipo de riego. No solo importa el cuándo, sino el cómo. Un riego superficial de pocos segundos no es suficiente. «Si solo riegas la superficie, los primeros en beber son los hierbajos», explica Dowdall. Además, las raíces de las plantas tienden a crecer en dirección al agua. Si solo se moja la capa superficial, las raíces crecerán hacia arriba en lugar de profundizar, lo que las hace más vulnerables al calor y al estrés hídrico.. La clave está en regar lento y profundo, asegurándote de que el agua llegue hasta la base del sistema radicular, especialmente en macetas y jardineras. Así las raíces se fortalecen y la planta gana resistencia a largo plazo.
Aunque las noches parezcan el momento ideal para evitar el calor, regar a esas horas puede hacer más mal que bien. Hay una razón científica para elegir mejor la mañana
Con las olas de calor cada vez más frecuentes en España, cuidar las plantas requiere algo más que buena voluntad. Un riego mal hecho -o mal programado- puede terminar debilitándolas, secándolas o incluso enfermándolas. Y aunque muchos optan por regar al caer la noche para evitar el sol directo, según los expertos, ese hábito podría ser el error más común del verano.. El jardinero y divulgador británico Peter Dowdall, especializado en horticultura, explica que hay una ciencia clara detrás del cuándo y cómo regar. No basta con echar un chorrito de agua cuando cae el sol: hay un momento específico en el que las plantas están más receptivas, y otro en el que regarlas puede favorecer la aparición de hongos o dificultar su hidratación real.. Por qué no deberías regar por la noche. Aunque por la noche las temperaturas bajan y el riesgo de evaporación es menor, hay una desventaja silenciosa: el agua se acumula y permanece en la base de la planta durante horas. Esa humedad constante y prolongada en un entorno cálido favorece la aparición de hongos, infecciones y enfermedades fúngicas. Las raíces, en lugar de absorber, acaban encharcadas y asfixiadas.. Además, al no haber sol que ayude a secar el exceso de agua, esa humedad permanece toda la noche. Y aunque no lo veamos, es terreno fértil para problemas que solo se manifiestan días después, cuando la planta empieza a debilitarse sin razón aparente.. ¿Entonces cuándo es mejor?. La hora óptima, según Dowdall, es temprano por la mañana, antes de que el sol comience a pegar fuerte. En ese momento, la planta absorbe el agua sin riesgo de evaporación inmediata, y cualquier exceso se seca de forma natural a lo largo del día. El resultado: menos enfermedades, mejor hidratación y un crecimiento más saludable.. Regar a mediodía, por su parte, tampoco es buena idea. El agua se evapora demasiado rápido, y muchas veces ni siquiera llega a las raíces. Lo que parece un alivio puede ser, en realidad, un esfuerzo inútil.. Tampoco vale cualquier tipo de riego. No solo importa el cuándo, sino el cómo. Un riego superficial de pocos segundos no es suficiente. «Si solo riegas la superficie, los primeros en beber son los hierbajos», explica Dowdall. Además, las raíces de las plantas tienden a crecer en dirección al agua. Si solo se moja la capa superficial, las raíces crecerán hacia arriba en lugar de profundizar, lo que las hace más vulnerables al calor y al estrés hídrico.. La clave está en regar lento y profundo, asegurándote de que el agua llegue hasta la base del sistema radicular, especialmente en macetas y jardineras. Así las raíces se fortalecen y la planta gana resistencia a largo plazo.