El enemigo está en casa. En lo respectivo a la okupación siempre se mira hacia fuera, buscando proteger la casa frente a extraños que puedan vigilar la propiedad para aprovechar la ausencia y entrar. Sin embargo, a veces el método es mucho más elaborado y la okupación se realiza mediante un alquiler previo para que no sea un delito de allanamiento o usurpación al uso, simplemente de morosidad o estafa al haber un contrato de por medio, pese a que muchas veces sea premeditado.
Para evitar ese tipo de casos, muchos propietarios optan por alquilar únicamente a personas conocidas y obtener una mayor seguridad. Sin embargo, como le ha ocurrido a Jacqueline, también te la pueden liar y acabar siendo inquiokupas. La víctima contó en ‘Herrera en COPE’ el caso, que ha provocado una situación límite por confiar en la que creía que era su amiga.
Okupada por su propia amiga
Jacqueline se fue a vivir a Londres y cuando iba a volver permitió que su amiga se quedara un año más en su piso por sus dificultades personales: «No encontraba dónde vivir, estaba embarazada y éramos amigas desde hacía seis años». Al principio no había excesivos problemas con el pago: «Pagaban tarde, pero regularmente». Sin embargo, tuvo que regresar antes de tiempo ahogada por las deudas que le provocaron los impagos que comenzaron a darse, que al final fue una suma de unos 11.000 euros.
El problema se alarga ya durante cuatro años y se hizo palpable a los dos meses de impagos, momento en el que la hasta entonces inquilina: «A los dos meses de esta situación me dijo claramente: ‘Los okupas no pagan. Yo soy okupa y la ley me ampara porque soy madre soltera». La inquiokupa lo tiene claro: “La ley está de mi parte”. Mientras intenta solventar la situación, no cesan las excusas constantes: «Había dejado el trabajo para cobrar en B, no podía ingresar el dinero en un cajero, la niña estaba enferma».
Sin respuesta y desesperada
La propietaria denuncia que sigue ganando dinero negro su inquiokupa y que la contesta de la siguiente manera en muchas ocasiones al requerir el pago: «No me da la gana». También explica cómo es su vida: «Vive totalmente encerrada». Mientras avanza la resolución judicial ha ido buscando soluciones, aunque sin demasiada suerte por el momento: «En el ayuntamiento me dijeron que comiera en un comedor social y me dieron una lista de albergues, siendo yo la propietaria de la vivienda».
No ha tenido que recurrir a albergues, pero sí a casas de familiares y amigos, esta vez de verdad. También explica que está bajo tratamiento psicológico por todo lo que le ha causado la inquiokupación y reclama ayuda: «Mi día a día es esperar que alguien me pueda ayudar». Todavía no se cree lo que le ha tocado vivir: «Vivo en un mundo que no tiene ningún sentido», pero no se rinde: «Intentando cada día salir adelante e involucrada en la lucha para un cambio de leyes».
El adversario se encuentra dentro del hogar. En lo que se refiere a la ocupación, la atención se dirige hacia el exterior, intentando resguardar el hogar ante posibles intrusos que puedan observar la vivienda para aprovechar momentos de ausencia y acceder a ella. A veces, la ocupación se lleva a cabo mediante un proceso más sofisticado, donde se realiza un alquiler previo para evitar ser considerados culpables de allanamiento o usurpación en el sentido convencional, pues el problema se enmarca como morosidad o fraude debido a la existencia de un contrato, aunque en ocasiones esto sea planificado de antemano. Para prevenir tales situaciones, numerosos propietarios eligen arrendar solo a personas de confianza, buscando así una mayor seguridad. No obstante, al igual que le sucedió a Jacqueline, también pueden engañarte y terminar convirtiéndote en inquilino no deseado. La persona afectada relató en el programa ‘Herrera en COPE’ su experiencia, que ha llevado a una situación crítica, al haber confiado en alguien que pensaba que era su amiga. Ahora está ocupada por esa misma amiga. Jacqueline se trasladó a Londres y, al momento de regresar, decidió dejar que su amiga permaneciera en su apartamento por un año más debido a sus problemas personales: «No lograba encontrar un lugar donde vivir, estaba embarazada y teníamos una amistad de seis años». Al comienzo, no había demasiados inconvenientes con el pago: «Pagaban con atraso, pero de manera habitual». No obstante, tuvo que volver antes de lo previsto, asfixiada por las deudas generadas por los impagos, que finalmente alcanzaron alrededor de 11.000 euros. Este problema se ha prolongado durante cuatro años y se hizo evidente dos meses después de que comenzaran los impagos, momento en el que la inquilina, que hasta entonces había estado viviendo allí, expresó: ‘Los okupas no pagan.’
La dueña intentó, sin éxito, obtener la protección de la ley: «Me sugirieron quedarme en un refugio y recibir alimentos en un comedor comunitario»
El adversario se encuentra dentro del hogar. En lo que se refiere a la ocupación, la atención se dirige hacia el exterior, intentando resguardar el hogar ante posibles intrusos que puedan observar la vivienda para aprovechar momentos de ausencia y acceder a ella. A veces, la ocupación se lleva a cabo mediante un proceso más sofisticado, donde se realiza un alquiler previo para evitar ser considerados culpables de allanamiento o usurpación en el sentido convencional, pues el problema se enmarca como morosidad o fraude debido a la existencia de un contrato, aunque en ocasiones esto sea planificado de antemano. Para prevenir tales situaciones, numerosos propietarios eligen arrendar solo a personas de confianza, buscando así una mayor seguridad. No obstante, al igual que le sucedió a Jacqueline, también pueden engañarte y terminar convirtiéndote en inquilino no deseado. La persona afectada relató en el programa ‘Herrera en COPE’ su experiencia, que ha llevado a una situación crítica, al haber confiado en alguien que pensaba que era su amiga. Ahora está ocupada por esa misma amiga. Jacqueline se trasladó a Londres y, al momento de regresar, decidió dejar que su amiga permaneciera en su apartamento por un año más debido a sus problemas personales: «No lograba encontrar un lugar donde vivir, estaba embarazada y teníamos una amistad de seis años». Al comienzo, no había demasiados inconvenientes con el pago: «Pagaban con atraso, pero de manera habitual». No obstante, tuvo que volver antes de lo previsto, asfixiada por las deudas generadas por los impagos, que finalmente alcanzaron alrededor de 11.000 euros. Este problema se ha prolongado durante cuatro años y se hizo evidente dos meses después de que comenzaran los impagos, momento en el que la inquilina, que hasta entonces había estado viviendo allí, expresó: ‘Los okupas no pagan.’