El personal del hotel, sin necesidad de hablar contigo, puede hacerse una idea bastante precisa de tu nivel socioeconómico
Ir a un hotel puede ser toda una experiencia, pero no todos lo vivimos igual. Hay pequeños gestos que nos delatan —sí, incluso sin darnos cuenta—, y que revelan más sobre nuestra clase social de lo que imaginamos. Porque no es lo mismo llegar relajado que llegar con una lista mental de cosas gratis que podrías llevarte.. Revisar el minibar… aunque sepas que no puedes tocarlo. Uno de los comportamientos más comunes: abrir la pequeña puerta del minibar. Sabes que no debes coger nada, que el precio de una lata de refresco ahí dentro podría pagar tres en el supermercado, pero aun así lo revisas. ¿Por qué? Por curiosidad, por costumbre o simplemente por esa ilusión de lujo que siempre se asocia al minibar.. Hacer inventario de los regalitos del lavabo. Nada más entrar al baño, el análisis comienza: ¿Hay botellitas de gel? ¿champú? ¿acondicionador? ¿gorro de ducha? ¿cepillo de dientes? Hay quien incluso se decepciona si solo encuentra una pastillita de jabón envuelta en plástico. Y si hay un kit de afeitado, ¡mejor aún! Para muchas personas de clase media-baja, estos objetos de cortesía son pequeños triunfos personales.. Comprobar si hay zapatillas en el bolsillo del albornoz. Los que se alojan habitualmente en hoteles de lujo probablemente ni se fijen. Pero quien viene de una economía más ajustada sabe que encontrar unas zapatillas de andar por casa es casi un premio. Meter la mano en el bolsillo del albornoz no es solo curiosidad, es esperanza.. Arrasar (literalmente) en el buffet libre. El buffet es el segundo escenario donde más conjeturas se pueden llegar a hacer. Las personas con recursos suelen comer con mesura, conversar, y dejar algo en el plato. Pero quienes vienen de una vida con menos comodidades ven en el buffet una oportunidad. Se llenan platos como si no hubiera mañana, y muchos incluso se “organizan” para llenar discretamente bolsitas de plástico, servilletas o tuppers con panecillos, fruta, mantequilla, sobres de ketchup o mermelada.. Llevarse cosas del hotel… sí, en serio. Y no hablamos solo de los botecitos de gel o los gorritos de ducha. Algunas personas llegan a llevarse toallas, secadores de pelo, e incluso elementos de decoración. Mientras que la clase alta suele olvidarse cargadores o gafas de sol sin reclamarlos, quienes tienen menos recursos tienden a llevarse del hotel todo lo que puedan.. El personal del hotel, sin necesidad de hablar contigo, puede hacerse una idea bastante precisa de tu nivel socioeconómico. Solo con revisar qué queda en la habitación tras tu check out, ya lo saben. Si todo está en su sitio y sin usar, probablemente no te falta. Si por el contrario, no queda ni el jabón, ya te has delatado.
Ir a un hotel puede ser toda una experiencia, pero no todos lo vivimos igual. Hay pequeños gestos que nos delatan —sí, incluso sin darnos cuenta—, y que revelan más sobre nuestra clase social de lo que imaginamos. Porque no es lo mismo llegar relajado que llegar con una lista mental de cosas gratis que podrías llevarte.. Revisar el minibar… aunque sepas que no puedes tocarlo. Uno de los comportamientos más comunes: abrir la pequeña puerta del minibar. Sabes que no debes coger nada, que el precio de una lata de refresco ahí dentro podría pagar tres en el supermercado, pero aun así lo revisas. ¿Por qué? Por curiosidad, por costumbre o simplemente por esa ilusión de lujo que siempre se asocia al minibar.. Hacer inventario de los regalitos del lavabo. Nada más entrar al baño, el análisis comienza: ¿Hay botellitas de gel? ¿champú? ¿acondicionador? ¿gorro de ducha? ¿cepillo de dientes? Hay quien incluso se decepciona si solo encuentra una pastillita de jabón envuelta en plástico. Y si hay un kit de afeitado, ¡mejor aún! Para muchas personas de clase media-baja, estos objetos de cortesía son pequeños triunfos personales.. Comprobar si hay zapatillas en el bolsillo del albornoz. Los que se alojan habitualmente en hoteles de lujo probablemente ni se fijen. Pero quien viene de una economía más ajustada sabe que encontrar unas zapatillas de andar por casa es casi un premio. Meter la mano en el bolsillo del albornoz no es solo curiosidad, es esperanza.. Arrasar (literalmente) en el buffet libre. El buffet es el segundo escenario donde más conjeturas se pueden llegar a hacer. Las personas con recursos suelen comer con mesura, conversar, y dejar algo en el plato. Pero quienes vienen de una vida con menos comodidades ven en el buffet una oportunidad. Se llenan platos como si no hubiera mañana, y muchos incluso se “organizan” para llenar discretamente bolsitas de plástico, servilletas o tuppers con panecillos, fruta, mantequilla, sobres de ketchup o mermelada.. Llevarse cosas del hotel… sí, en serio. Y no hablamos solo de los botecitos de gel o los gorritos de ducha. Algunas personas llegan a llevarse toallas, secadores de pelo, e incluso elementos de decoración. Mientras que la clase alta suele olvidarse cargadores o gafas de sol sin reclamarlos, quienes tienen menos recursos tienden a llevarse del hotel todo lo que puedan.. El personal del hotel, sin necesidad de hablar contigo, puede hacerse una idea bastante precisa de tu nivel socioeconómico. Solo con revisar qué queda en la habitación tras tu check out, ya lo saben. Si todo está en su sitio y sin usar, probablemente no te falta. Si por el contrario, no queda ni el jabón, ya te has delatado.